Papel de la nutrición en la prevención y tratamiento de lesiones deportivas

Cada día son más las investigaciones que relacionan la salud y rendimiento del deportista con sus hábitos nutricionales. En el caso concreto de las lesiones deportivas, y según datos de las Naciones Unidas, éstas suponen un coste en materia de salud de más de 1000 millones de dólares anuales en todo el mundo. Lejos del coste económico, el coste deportivo es muy alto. Un deportista lesionado puede quedar inmovilizado durante un largo período de tiempo con graves consecuencias para su carrera deportiva; desentrenamiento, otros problemas de salud derivados de la lesión (incluidos los problemas de salud mental), pérdida de competiciones importantes o de una temporada completa y pérdida de oportunidades como las de clasificarse o acudir a unos Juegos Olímpicos o Paralímpicos.

Por ello, y aunque en muchos casos las lesiones son inevitables, hay que trabajar no solo en el tratamiento de las mismas sino en su prevención. En este aspecto, el papel de una correcta periodización del entrenamiento, el descanso y la nutrición será clave. Una correcta pauta nutricional, completa y ajustada a las necesidades del deportista será clave en la prevención y tratamiento de las lesiones deportivas.

Si hablamos de prevención debemos hablar de disponibilidad energética. La baja disponibilidad energética no afecta solo al riesgo de lesión sino que tiene graves consecuencias en la salud del deportista con afectaciones negativas a nivel inmunológico, hematológico, metabólico, hormonal y psicológico entre otros.

La disponibilidad energética hace referencia a la cantidad de energía procedente de los alimentos que queda disponible para todos los procesos metabólicos del organismo, después de restar el coste energético debido al ejercicio y el entrenamiento diario. Es decir sería la energía dietética «no utilizada» por ejercicio físico y necesaria para mantener nuestras funciones vitales.

Esta disponibilidad energética se representa en Kcal /kg de masa libre de grasa y debería ser, de al menos, 45. Una disponibilidad energética de 30 o menos supondría un riesgo importante para la salud de los deportistas, afectando a la salud ósea, muscular y articular y aumentando el riesgo de lesión. La relación entre una baja disponibilidad energética y lesiones musculoesqueléticas, como son las fracturas por estrés, es alta. Evitarla será clave en la prevención de este tipo de lesiones.

Mantener una ingesta de energía óptima durante toda la temporada deportiva, en muchos casos no es fácil, debido a los viajes, al alto volumen de entrenamiento y al gasto energético tan alto que tienen nuestros deportistas paralímpicos. En algunos casos la discapacidad también aumenta el gasto energético.

Para ello, y a través de un servicio de nutrición deportiva, se debe enseñar al deportista cuáles son sus necesidades energéticas y de macronutrientes. En este caso la periodización de la ingesta de hidratos de carbono será clave. Ingerir una cantidad adecuada de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (pasta, arroz, tubérculos, legumbres o verduras) o más simples (a través de la fruta, azúcares o suplementos) será muy importante. Las necesidades de hidratos de carbono son muy diferentes entre unos deportistas y otros. Por ejemplo, un corredor de maratón o un ciclista necesitará una ingesta mayor de hidratos de carbono que un deportista de halterofilia o lanzador de peso. Incluso para un mismo deportista y dentro de una misma temporada estas necesidades varían en función del volumen de entrenamiento.