Italia constata el avance de la extrema derecha en Europa

Italia es una factoría de innovaciones políticas. Primero fue la fragmentación del sistema partidario, comenzada en Roma cuando en Francia, Reino Unido y España el partido socialista y el conservador se turnaban pacíficamente el poder y nadie había oído hablar de Podemos, el UKIP o Eric Zemmour. Luego inventaron lo del presidente que gana votos comportándose como un energúmeno misógino, racista y autoritario, una estrategia en la que Silvio Berlusconi se adelantó a Donald Trump. ¿Será Italia también el primer país europeo en tener un Gobierno de extrema derecha?

La respuesta es sí, con dos condiciones. La primera, que se cumplan los pronósticos y en las elecciones de este domingo la alianza liderada por el partido Fratelli d’italia (Hermanos de Italia) se haga con la mayoría necesaria para darle el Gobierno a su líder, Giorgia Meloni, junto a sus socios de Forza Italia (el partido de Berlusconi) y la Liga (Matteo Salvini). La segunda es no considerar a Hungría y Polonia, dos Gobiernos que llevan años haciendo política con la retórica antiinmigrante y el desprecio por las instituciones europeas, desoyendo sus recomendaciones.
¿Pero qué significa ser de extrema derecha en Europa hoy? El partido de Meloni en Italia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, en Francia; el Partido por la Libertad de Geert Wilders, en Países Bajos; Vox, en España; el Partido de la Libertad de Austria; Alternativa para Alemania, o los Demócratas de Suecia tienen todos algo en común: responsabilizar a la inmigración por los males que aquejan a sus sociedades y acusar a un supuesto lobby LGBTI de introducir una agenda globalista contra la familia tradicional cristiana.

No todas son iguales
Hasta ahí las similitudes. La extrema derecha lleva tantos años concursando por el poder en Europa que ya ha transcurrido el tiempo necesario para que se desarrollen diferencias entre las formaciones. En Francia y en Italia, los países del núcleo de la Unión Europea donde está más cerca de gobernar, Le Pen y Meloni se han alejado del ideario neoliberal que suele acompañar a las formaciones de derecha. Ninguna de las dos habla de reducir el tamaño del Estado, como sí hacen Vox, el también francés Eric Zemmour, o los Demócratas de Suecia, que en las elecciones del pasado 11 de septiembre obtuvieron el 20,6% de los votos.

Meloni defiende la renacionalización de las empresas estratégicas del país. Como dice Mauro Magatti, profesor de Sociología en la Universidad Católica de Milán, quiere “que el Estado tenga un papel importante en la redistribución y también en la producción”. “En Italia, la izquierda se ha quedado con el papel progresista en lo cultural, pero la protesta social y económica se ha ido a la derecha, los que sufren la situación económica ahora votan a Meloni”, afirma.

Hay una nueva extrema derecha que no propone reducir el tamaño del Estado
De los males que aquejan a la empobrecida clase media de Europa se ha escrito antes: una desigualdad y precariedad crecientes que ningún partido tradicional parece capaz de resolver. En el caso italiano, al resquemor contra esos partidos tradicionales hay que sumarle el escepticismo hacia la UE. En palabras del premio Nobel de Economía Michael Spence, “porque cuando el euro se introdujo, subieron los precios” y por el enfoque poco solidario que adoptó la eurozona durante la crisis de deuda soberana que siguió al crac financiero de 2008.

La percepción sobre Europa podría mejorar, dice Spence, si se confirma el cambio hacia una estrategia más solidaria adoptada por Bruselas durante la pandemia del Covid-19. “La Unión Europea ha ganado credibilidad en su respuesta a estos desafíos”, explica. En su opinión, en los próximos desafíos por los precios de la energía la respuesta también tendrá que ser federada para que se confirme esa tendencia positiva, “y no esa actitud de ‘resuelve el problema en el que tú te metiste”.La pregunta es cómo frenar el crecimiento en la desigualdad y la precariedad. Algo que tampoco parece en la mano de los partidos de extrema derecha. Por su cercanía al poder, el caso Meloni es paradigmático. Con un paquete de ayudas europeas por importe de 200.000 millones de euros pendiente de desembolso, la líder de Fratelli ha amortiguado el tono anti-Europa de sus primeros tiempos y hasta le pide a su socio Salvini que suavice las posturas.