Emilio ‘El Indio’ Fernández: ¡Qué mito ni qué madres! –

“Ni los mexicanos sabían que así era México, hasta que yo se los mostré en películas”: Emilio ‘El Indio’ Fernández.

Hay muchas leyendas que llenan el imaginario popular de Coyoacán. Una de las más recientes surgió a mediados de los años 50, cuando las madres del barrio solían amenazar a los niños que no querían irse a dormir con la infalible sentencia de: “O se duermen o va a venir el árbol vagabundo del Indio y con sus manitas los va a estrangular…”.

Así, los niños, aterrados ante la imagen del famoso y terrible árbol caminante que vivía en el inmenso jardín de la casa de ‘El Indio’ Fernández, se arropaban presurosos para dormir y no ser una víctima más de semejante monstruosidad deambulando por las obscuras y solitarias calles de Coyoacán.

… SOY HOMBRE DE CARNE Y HUESO

La historia de Emilio ‘El Indio’ Fernández siempre ha fluido entre la ficción y la realidad, aunque la tendencia natural es irse a los terrenos de la fantasía por encima de la vida cotidiana, teniendo como contexto el México de mediados del siglo XX.

Y mucho de este imaginarium fue cimentado por el propio ‘Indio’, que gozaba de contar historias o cuentos en los que se construía una y mil vidas en las que involucraba a sus familiares y amigos más cercanos, así como lugares imposibles de corroborar geográficamente pero sumamente atractivos de conocer hasta para el más modesto viajero.

Muchas fueron las noches en las que en la Fortaleza de Coyoacán –bautizada así por el tipo de construcción que diseñaron el arquitecto Manuel ‘El Caco’ Parra y el propio ‘Indio’ – se reunían Diego RiveraPedro Armendáriz Fernández para competir entre sí acerca de quién era el más grande mitómano. 

Emilio 'El Indio' Fernández junto a María Félix y Gabriel Figueroa.
Emilio ‘El Indio’ Fernández junto a María Félix y Gabriel Figueroa. ESPECIAL

Y si bien es cierto que la imaginación de Diego Rivera era la más desbordada y la de Armendáriz la más pintoresca, las historias de ‘El Indio’ tenían el don de sembrar la duda de dónde terminaba la ficción y dónde comenzaba la realidad ante los oídos ajenos al juego de estos tres amigos.

Sin duda, esta extraordinaria capacidad natural de ser un cuentacuentos explica el talento cinematográfico que tuvo ‘El Indio’ Fernández para crear un México de “antropológica ficción” para algunos o de una “poética visión que no niega lo substancial del cosmos indígena” para los demás.

Un México que hizo que los ojos del mundo miraran de otra forma lo que sucedía aplicando una narrativa rica en imágenes construidas a través del orgullo por las raíces que forjaron nuestra nación.

MITOS, MITOTES Y MITOTEROS

Nacido el 26 de marzo de 1904, ‘El Indio’ tuvo una infancia marcada por la brutalidad: a los nueve años, mientras su padre combatía con los revolucionarios, encontró a su madre en la cama con otro hombre, por lo que el pequeño Emilio tomó una carabina y mató al tipo, quien resultó ser un terrateniente.

El niño huyó de allí para meterse a “la bola”, quedando bajo las órdenes del general Felipe Ángeles. Al terminar la revolución, ingresó al Colegio Militar donde se graduó con el cargo de coronel.

Sin embargo, no llevó la vida castrense y, por el contrario, una serie de encuentros violentos lo orillaron a irse de “espalda mojada” a Estados Unidos, en donde trabajó de todo lo que pudo: desde estibador en el Lago Michigan –donde conoció a Al Capone– hasta maestro de tango de Rodolfo Valentino.

Al abandonar Chicago, se encaminó a California con la idea fija de trabajar en Hollywood sin sospechar la cita que le preparaba el destino personificado en una mujer: Dolores del Río.

Imagen del actor y cineasta.
Imagen del actor y cineasta. ESPECIAL

El Indio contaba que el primer trato que tuvo con Dolores del Río fue estando en una filmación en la que escuchó a la estrella decirle a su asistente: “Dile a ese indio que me traiga mi abrigo”, a lo que Fernández se dijo a sí mismo: “A este indio lo vas a admirar”.

Luego de varias participaciones en Hollywood y después de haber visto Viva México, de Eisenstein, El Indio regresó a México para hacer el cine que quería mostrar al mundo.

A partir de las reuniones en el desaparecido Café Regis, ‘El Indio’ se hizo de un grupo de amigos –que con el tiempo sentarían las bases de lo que ahora se conoce como la “Época de oro del cine mexicano”– con los que no sólo intercambiaba información de quiénes estaban ya filmando y dónde poder trabajar, aunque fuera de extra, sino también se ayudaban entre sí para sacar proyectos personales adelante.

David Silva, en ese entonces estudiante de Leyes, le recomendó a ‘El Indio’ que le mostrara al general Juan F. Azcárate el proyecto que llevaba mucho tiempo bajo el brazo llamado La isla de la pasión y que estaba basado en la tragedia de la isla de Clipperton. Pero no fue sino hasta que Raúl de Anda le aconsejó cómo presentar el proyecto a Azcárate cuando ‘El Indio’ tuvo por fin la oportunidad de dirigir su película; corría el año de 1941.