Lo que el fútbol masculino puede aprender del femenino

Cuando comencé a trabajar en este artículo, no pude dejar de pensar en los veranos de 2021 y 2022, cuando en dos años consecutivos Inglaterra jugó y acogió las finales de las Eurocopas masculina y femenina en el estadio de Wembley en Londres.

En la primera, la masculina, Inglaterra se enfrentó a Italia. Y lo que comenzó como una fiesta acabó como una “vergüenza nacional” por los miles de hinchas ebrios, muchos también drogados, que protagonizaron actos de violencia y vandalismo y forzaron los accesos del estadio.

Aquellas imágenes contrastaron con la celebración familiar, emotiva y sin incidentes, que se vivió en el verano siguiente cuando las inglesas vencieron a Alemania en un título histórico.

La Euro de 2022 certificó la explosión de popularidad del fútbol femenino desde el Mundial de Francia 2019, rompiendo récords de asistencia y consiguiendo una cobertura mediática que enganchó a millones de espectadores.

En todo el mundo, muchos fans, hombres y mujeres, se interesan cada vez más por el fútbol femenino y, además de halagar el ambiente más seguro y festivo de las gradas, disfrutan de la calidad y espectáculo de las jugadoras.