Angélica Abelleyra publica la biografía sobre la destacada gestora cultural · «Ojalá la lectura crítica de este libro sirva para construir un mejor aparato gubernamental en el sector»
“El gran problema de México es que no se da seguimiento a los proyectos porque lo que hizo el antecesor ‘no sirve’. Hay que borrar y echar cenizas sobre el pasado. Para los aztecas el mundo se rehacía cada 52 años; para el PRI, y ahora para la 4T, el mundo se rehace cada seis. ¿Por qué no honrar los proyectos ya hechos?”, comentó la gestora cultural Miriam Kaiser (México, 1936) en una entrevista que se incluye en el libro “Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte”, de Angélica Abelleyra.
Esa falta de continuidad genera que la obra de varios artistas quede en el olvido, añade Kaiser. El comentario es mencionado por la experta cuando narra que a finales de los años 70 se crearon los Salones Nacionales de Artes Plásticas en el Museo del Palacio de Bellas Artes, con secciones anuales de invitados y obras seleccionadas de concursos de pintura y experimentación.
En ese momento la gente se acercó a la obra de Gunther Gerzso, Arturo García Burgos, Francisco Zúñiga y Guillermo Meza, entre otros. “Ahora ya nadie se acuerda de Orozco Romero, ¿sabes quién es Guillermo Meza? En cambio, sí los encuentras en el Museo de Arte Moderno de Filadelfia”, expresó a Abelleyra.
En entrevista, la autora del libro editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) señala que la falta de continuidad es un mal mexicano que desaprovecha el trabajo de investigación.
“Los proyectos de investigación llevan mucho tiempo y trascienden sexenios. Una gran retrospectiva de un artista te lleva mucho tiempo de investigación y resulta que cuando lo vas a terminar, ya viene el cambio de sexenio y el que viene no quiere hacer lo que hizo el otro, entonces todo ese trabajo se tira a la basura o dura un mes”, indica.
Kaiser dice en algún momento que el mejor embajador de México es el arte, agrega Abelleyra.
“Pero esa cara también hay que darla a nosotros mismos, mucha gente no conoce a artistas ni propuestas creativas porque no se difunden tan bien, mucha gente no sabe que existe Miriam Kaiser, ni Manuel Rodríguez Lozano, hay artistas que están olvidados porque se les hizo una exposición hace 20 años y ahora nadie sabe quién es Gironella, Olga Acosta o María Izquierdo”, apunta.
A través de charlas con Miriam Kaiser y con sus hijas, es como Abelleyra construye la biografía de una mujer que ha estado más de 50 años dedicada a la promoción de las artes visuales, compromiso que inició en Radio Universidad con Max Aub, con la Galería de Arte Mexicano que dirigió Inés Amor, con la dirección del Museo del Palacio de Bellas Artes y con la asesoría para crear museos como el Nacional de Arte, de Arte Moderno y de Arte de Sinaloa.
“Sus testimonios son lecciones de vida a partir de todo lo que ella experimentó. Ahora que se habla de gestión cultural y que es una disciplinada profesionalizada, la idea es enseñar cómo esta mujer sin esa formación rigurosa de la academia pudo llevar a cabo muchos proyectos, exposiciones y participar en la construcción de nueve museos del país, además de hacer crítica con guante blanco y dar propuestas sobre las políticas culturales de entonces”, indica la autora.
La también periodista retoma las palabras que comentó Alfonso Miranda, director del Museo Soumaya, durante la presentación del libro el pasado jueves.
“Ojalá la lectura crítica de este libro sirva para construir, para hacer eficiente la burocracia, que realmente se pueda hacer frente a la falsificación de la obra de arte, que se creen comités de expertos que dictaminen sobre obras dudosas que se siguen colando en las exposiciones, y para que se les pague en tiempo y forma a los trabajadores de la cultura”, destaca.
Sobre el tema de falsos y de obra que fue extraída de México de manera ilegal, Abelleyra detalla que fue una problemática que abordó Miriam al ser comisaria de exposiciones tanto en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) como en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“(Se podrían) crear comités de expertos, antes se hacía y estaban Raquel Tibol, Teresa del Conde y Jorge Alberto Manrique. Luego, hubo un laboratorio de diagnóstico de obras de arte de la UNAM, pero empezaron a falsificar los certificados, entonces es algo complejo; no obstante, el INBAL e INAH deben asumir esa responsabilidad, crear esos comités porque la falsificación existe y ha crecido porque está ligada a mafias y a mucho dinero”, opina.
Las instituciones, pese a los riesgos, deben de asumir esa responsabilidad porque es a quienes les corresponde, enfatiza.
DOLORES DE KAISER
“El Bosque de Chapultepec es un lugar vivo, activo, que efectivamente requiere atención constante (…) pero lo que no quiere es una reconversión”, “el dinero asignado, que es un monto bastante considerable, debería ser restituido a la Secretaría de Cultura a efecto de proporcionar dignos presupuestos a los museos que tanto lo necesitan”, son algunas sugerencias que hizo Kaiser a Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura, sobre el Proyecto Chapultepec.
En septiembre de 2020, la funcionaria recibió un documento que redactó la gestora, pero nunca dio respuesta, sólo delegó responsabilidades a Homero Fernández Pedroza, director del Complejo Cultural Los Pinos, quien minimizó sus observaciones a “reflexiones personales” y la invitó a visitar las páginas oficiales del Proyecto Chapultepec (CCLP/Oficio/0698/2020).
“Nunca le respondieron en términos reales, ella mandó esa carta porque tiene la responsabilidad cívica y la valentía de decir lo que piensa, no mucha gente lo hace por cuidar su trabajo, por no enfrentarse a las instituciones, para evitar represalias a su trabajo. Me gusta el nombre de ‘guerrillera Kaiser’ que le puso Víctor Sandoval a Miriam porque, a pesar de que ella no es beligerante, ha tenido batallas desde la sabiduría y genera soluciones desde la inteligencia”, afirma Abelleyra.
Otro tema que la autora plasma en el libro es la pérdida de obra de Héctor Xavier, artista que fuera esposo de Kaiser. A la muerte del creador, su acervo se quedó en manos de un hijo de Miriam y después, éste, cortó vínculos con su familia y desapareció.
“Es uno de los pasajes más dolorosos para Miriam porque es uno de sus hijos. El problema es que ahora cuando se quiere hacer una exposición de Héctor Xavier no hay mucha obra, está lo que tiene Miriam y lo que hay en colecciones particulares. El grueso de la colección se quedó en manos de Ivar, es un tema que le duele, pero como mujer excepcional que es, tiene una gran entereza para no victimizarse ni victimizar la situación”, concluye.